viernes, 9 de junio de 2017

MONUMENTOS DESAPARECIDOS: El Sepulcro de Fray Mateo de Burgos en la iglesia de San Andrés


La entrada que presentamos hoy trata sobre una temática que me apasiona, los monumentos desaparecidos, pero en esta ocasión no abordaremos un edificio o una arquitectura como hasta el momento, sino un monumento escultórico. Antes de nada quiero dar las gracias y dedicar esta entrada a mi amiga Eva, gracias a la cual tuve la oportunidad de conocer este monumento tan curioso, del que nunca hasta el momento había oído hablar.
Sin más dilación diremos que el objeto de nuestro estudio es el Monumento funerario de Fray Mateo de Burgos que se levantó en 1620 en la capilla mayor de la iglesia de San Andrés, concretamente en el lado del Evangelio. Cabe señalar, antes de nada, que lo más lógico es que haya desaparecido, pero bien pudiera encontrarse empotrado. Haya desaparecido o no, podemos conocer su aspecto gracias a la traza diseñada por el ensamblador Francisco Velázquez con motivo de su ejecución. Es una suerte que la traza se haya conservado puesto, que aunque fueron muy frecuentes cuando se contrataba un sepulcro, escultura, retablo, etc…, por desgracia no han sobrevivido demasiadas. La traza en cuestión, ejecutada en tinta sepia y aguada en papel, tiene unas medidas de 428 x 280 milímetros y se conserva en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid.

FRANCISCO VELÁZQUEZ. Traza del Sepulcro de Fray Mateo de Burgos (1620)
Fray Mateo de Burgos (ca.1548-1611) fue un religioso franciscano vallisoletano que llegó a desempeñar cargos tan importantes como el de obispo de Sigüenza y Pamplona, Comisario General de la Orden Franciscana en España, confesor de la reina Margarita de Austria y virrey interino de Navarra en ausencia de Juan de Cardona y Requesens. Como ocurriera con otros hijos de pila de la iglesia de San Andrés, caso del también franciscano Fray Manuel de la Vega y Calvo, cuando falleció en 1611 dejó una enorme cantidad de dinero, concretamente 4.500 ducados, para ayuda de las obras que se necesitaran hacer en el templo. Asimismo, con ese caudal se debía afrontar la realización de un sepulcro en el que descasaran sus restos junto con los de sus padres.
Tres años después ante la negligencia de los testamentarios de Fray Mateo, Doña María de Rivera y Burgos, pariente del obispo reclamaría la ejecución del sepulcro por vía judicial, sentenciándose definitivamente en su favor en 1619, y librándose carta ejecutoria de dicha sentencia el 27 de febrero de 1619. Inmediatamente inicia nuevo pleito exigiendo el cumplimiento de la carta ejecutoria. La situación obliga a los testamentarios del obispo a encargar la traza y condiciones de la obra, encomendándose a Diego de Hermosilla, cantero y vecino de Villalpando. Las obras se pregonan rematándose en 1.650 reales en Diego de Hermosillas y Bartolomé Barreda. Pero la traza no debió satisfacer a doña María Rivera ni al párroco y feligreses de San Andrés “porque la piedra y la forma de ella es indigna de la materia de que se trata y el cura y parroquianos no la admitirán ni admiten en la dicha iglesia que esto con mucha razón se ve indecencia y deslucimiento”, obligando a paralizar las obras, y encomendando doña María la ejecución de una nueva traza a Francisco Velázquez, que sería la que finalmente se haría.

Francisco (1578-1628) fue el miembro más prestigioso y fecundo de la saga de ensambladores “Velázquez”, la cual comenzó con Cristóbal Velázquez (ca.1550-1616), continuó con sus hijos Francisco, Cristóbal y Juan, y finalizó con Francisco Velázquez, hijo de Juan, autor del retablo mayor del convento de Jesús y María de Valladolid, retablo con el que el barroco ornamental aterrizó en Valladolid procedente de la Villa y Corte. Asimismo, dos de las hijas de Cristóbal, María y Magdalena casaron con algunos de los más reputados artistas vallisoletanos del momento: el pintor y policromador Marcelo Martínez, y el escultor Francisco Rincón.
Francisco Velázquez y su mujer Ana de Quintanilla, como principales, y el maestro de obras Felipe de Ribera, como fiador, se concertaron el 26 de febrero de 1620 para que el ensamblador realizara “el arco, nicho y bultos que se han de hacer en la capilla mayor de la iglesia parroquial de San Andrés de esta dicha ciudad por la buena memoria del señor don Fray Mateo de Burgos obispo y señor que fue de Sigüenza en diez y ocho mil reales con veinte ducados de prometido conforme a la traza condiciones y postura por mí hecha como consta de la dicha postura, condiciones y remate”. Con toda probabilidad, Velázquez sería el encargado de realizar la traza mientras que de su materialización se ocuparían él mismo, o quizás el citado maestro de obras Felipe de Ribera, su fiador en el contrato, y Pedro de la Cuadra. Es decir, Velázquez se encargaría de la parte arquitectónica, y el escultor Pedro de la Cuadra (ca.1572-1629), que aparece como testigo del contrato, de la escultórica. Casualidades, o no, ambos maestros, Velázquez y Cuadra, eran parroquianos de este templo, por lo cual el contacto con sus diversos párrocos y feligresía era diario. Tenemos noticia de que ambos trabajaron en otras ocasiones para la iglesia de San Andrés: así, sabemos que Francisco Velázquez llegó a ser mayordomo de fábrica de la iglesia, y que Pedro de la Cuadra esculpió la imagen titular de San Andrés, actualmente cobijada en el nicho principal del retablo mayor fabricado entre 1740-1742 por Pedro Correas.

PEDRO DE LA CUADRA. San Andrés
Además de la traza, nos podemos hacer una idea de cómo era el monumento gracias a las condiciones con las cuales se debía de construir, las cuales fueron transcritas hace bastantes décadas por el historiador y erudito Esteban García Chico:
Condiciones con las cuales se ha de hacer el nicho y entierro que su señoría el señor don Fray Mateo de Burgos que sea gloria mandó hacer en la capilla mayor de la parroquial de San Andrés de esta ciudad de Valladolid son las siguientes:
Es condición que se ha de hacer conforme una traza que para el dicho efecto está hecha y firmada de Francisco Velázquez de orden dórica.
Y es condición que se ha de sacar un cimiento en el lado del Evangelio a todo el ancho de la obra que son diez y seis pies y más a cada lado un pie de zapata y de grueso todo lo necesario dejando un pie de zapata de los vivos afuera y este cimiento se ahondar todo lo necesario hasta topar tierra firme. Y encima de dicho cimiento se ha de asentar un zócalo de piedra de Campaspero que tenga un pie de alto bien labrado y escodado.
Es condición que encima de este zócalo se ha de hacer un pedestal que tenga de alto cinco pies refajado y resaltado como está en la traza y en el claro que va debajo de las figuras se declara que ha de llevar una pizarra que tenga de largo siete pies y medio y dos pies y cuatro de alto que es lo que está esfondado en el dicho pedestal y en esta pizarra se han de escribir de buena letra las letras que el epitafio dieren por parte de la señora doña María de Ribera.
Es condición que detrás de esta pizarra en todo lo que hay de una jamba a otra se ha de hacer un arco de ladrillo escarzado con todo el hondo que tuviere el nicho que será cuatro pies desde el vivo de la jamba y la pizarra se ha de hacer de suerte que entre en un rebajo para que fácilmente se quite y ponga para meter los huesos cuando fueren necesario.
Es condición que encima de este pedestal se levantarán cuatro columnas que tengan de alto con su basa y capitel doce pies estriadas de arriba abajo y han de ser arrimadas robando el tercio del grueso que les cabe desde el muro afuera y han de atarlo collarinos y el tondino de la basa y en el medio se hará un arco con sus jambas conforme está en la dicha traza que tenga de ancho de una jamba a otra siete pies y medio y de hondo cuatro y se declara que tenga de grueso y lecho un pie de ancho.
Es condición que en este arco se han de hacer dos bultos de alabastro con sus sitiales y almohadas en que estén de rodillas que tengan de alto cinco pies y medio con las almohadas y se han de hacer conforme a los retratos que para ello enseñaren.
Y es condición que se le ha de hacer un cornisamento de orden dórico conforme está en la traza con su frontispicio y remates y en el medio un escudo con las armas que pidieren todo ella muy bien labrado y ejecutado dado a cada cosa las medidas necesarias con las trabazones para ello conveniente.
Y es condición que toda esta obra ha de ser de piedra de Navales excepto el plinto bajero y los bultos como está dicho y para hacer esta obra se ha de romper la pared de la dicha iglesia haciendo un arco de ladrillo con sus pilares que reciba toda la pared asegurándola de suerte que no venga daño ninguno al edificio de la dicha iglesia.
Y es condición que el maestro que de esta obra se encargare la ha de hacer y asentar en la parte que está dicha sin que para ello se le dé cosa ninguna más de lo en que fuere concertado que es su labor en la forma que está dicha treinta mil reales y para ello dará fianzas a contento”.
El nicho sepulcral respondía a los modelos clasicistas imperantes en aquellos momentos; así, podemos recordar en Palencia dos ejemplos similares: el monumento sepulcral de don Jerónimo de Reinoso y don Martín Alonso de Salinas conservado en la catedral palentina, obra de Juan de Rozadilla; y el sepulcro de los Marqueses de Poza en el convento de San Pablo, ejecutado por Cristóbal y Francisco Velázquez y el escultor Antonio de Riera. Así, sobre un elevado basamento pétreo se elevaba el monumento funerario propiamente dicho, el cual constaba, como si fuera un retablo, de banco, cuerpo y ático. Sobre el banco o pedestal, en donde se dispondría un hueco en el que estarían depositadas las cenizas del obispo, se abriría un gran arcosolio rematado en medio punto flanqueado a ambos lados por pares de columnas dóricas, o más bien semicolumnas, las cuales sostendrían un friso muy clásico en el que podemos ver en la traza triglifos y metopas, y remataría todo en un frontón curvo y partido en cuyo centro aparecería el escudo del mencionado obispo, rematándose en los lados por las dobles bolas herrerianas.

JUAN DE ROZADILLA (atrib.). Sepulcro de don Jerónimo de Reinoso y don Martín Alonso de Salinas. Catedral. Palencia
FRANCISCO Y CRISTÓBAL VELÁZQUEZ Y JUAN RIERA. Sepulcro de los Marqueses de Poza. Convento de San Pablo. Palencia
El arcosolio propiamente dicho estaría ocupado por las figuras orantes de los padres del fundador. Estas esculturas, realizadas en alabastro, reposarían, según la moda de la época, sobre cojines con borlas en las esquinas. El padre iría ataviado como un caballero, con calzas, gorguera y espada al ciento; mientras que su madre sería una noble dama, con amplio vestido y gorguera. Ambos tendrían las manos en posición orante, y frente a ellos se dispondrían una mesa con un libro abierto. Como ya dijimos, ambas esculturas serían realizadas por Pedro de la Cuadra. Aunque mediocre, el escultor vallisoletano sobresalió por saber tallar el alabastro, y más concretamente por su especialización en este tipo de monumentos funerarios. Así, le tenemos documentadas las siguientes esculturas orantes:
  • Bultos orantes de Simón Ruiz y sus dos mujeres doña Mariana de Paz Miranda y doña María de Montalvo (1597). Hospital de Simón Ruiz. Medina del Campo.
  • Esculturas orantes de Hernando de Rivadeneira y su mujer ¿ca. 1601?. Convento de San Agustín. Valladolid.
  • Bultos funerarios de Antonio Cabeza de Vaca y María de Castro (1607). Convento de Santa Catalina. Valladolid.
  • Grupo sepulcral de Fabio Nelli de Espinosa, su esposa y su hermano el canónigo Claudio Nelli (1608). Capilla de la Anunciación. Convento de San Agustín. Valladolid.
  • Sepulcro de don Fernando de Padilla (1616). Colegio de la Compañía de Jesús. Soria.
PEDRO DE LA CUADRA. Bultos orantes de Simón Ruizs y sus esposas doña Mariana de Paz y doña María de Montalvo (1597). Hospital de Simón Ruiz. Medina del Campo
PEDRO DE LA CUADRA. Bulto funerario de don Antonio Cabeza de Vaca (1607). Convento de Santa Catalina. Valladolid
PEDRO DE LA CUADRA. Bulto funerario de doña María de Castro (1607). Convento de Santa Catalina. Valladolid
Supuestamente, este monumento desaparecería en 1742, año en el que el ensamblador Pedro Correas acabaría de construir el nuevo y monumental retablo mayor del templo, el cual se vio completado con una serie de pinturas murales a ambos lados, que no eran sino un trampantojo en el que el retablo se veía ampliado ilusoriamente. Antes de la llegada de este nuevo retablo, el presbiterio del templo se hallaba compuesto por tres retablos: los colaterales de pintura y el central, comprado en 1615-1618 al Convento de San Pablo, y que sería el que en el siglo XV realizó Simón de Colonia. A pesar de lo dicho, pienso que puede conservarse el monumento, ya sea entero o en parte, dado que en el lugar en el que fue realizado se observa una especie de gran tapa, que sería realizada en la época del nuevo retablo mayor ya que está recubierto por las mismas pinturas murales. Es decir, es probable que el monumento se encuentre empotrado en el propio muro del presbiterio.


BIBLIOGRAFÍA
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  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: El escultor Gregorio Fernández, Ministerio de Cultura, Madrid, 1980.
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Escultura barroca castellana, Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, 1959.
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