lunes, 5 de marzo de 2018

HISTORIA DE LA ESCULTURA RENACENTISTA VALLISOLETANA


Después de este periodo en el que el blog ha estado de “vacaciones”, volvemos con más fuerza que nunca recuperando un texto que publicó a comienzos de los años 80 mi profesor y tutor de tesis Jesús María Parrado del Olmo. El texto es un perfecto viaje por la escultura renacentista vallisoletana. En los últimos años se podría matizar algo sobre determinados artistas (como así se ha hecho en lo que refiere al romanismo, para lo que se ha usado un libro de Luis Vasallo), pero por lo general sigue siendo un texto de total actualidad. Tan solo señalar que en algunos casos he introducido ligeras matizaciones, pero muy mínimas. También me gustaría señalaros que como la trayectoria de este blog ya va siendo amplia puesto algunas de las obras que se citan a lo largo del texto ya las hemos tratado, por lo cual si pincháis enellas os llevará directamente a ver su estudio en profundidad. Nada más, espero que disfrutéis de esta época gloriosa de la escultura vallisoletana, no muchas escuelas (por no decir ninguna) se pueden permitir tener en un lapso de pocos años a “gigantes” como Alonso Berruguete, Juan de Juni, Francisco Giralte, Gaspar Becerra, Juan de Anchieta o Pompeyo Leoni trabajando en su ciudad.

A- EL PRIMER CUARTO DE SIGLO
El desarrollo de la escultura española tiene en gran parte su razón de ser en la evolución del foco vallisoletano, al menos desde el segundo cuarto de siglo. De ahí que la importancia estética del taller vallisoletano sea primordial en lo referente a este arte. Se ha señalado como durante el primer cuarto de siglo no existe una escultura propia de Valladolid, siendo entonces Burgos, y su subsidiaria Palencia. Las ciudades que nutren a Valladolid de las necesidades escultóricas. En otros casos, especialmente en torno a 1500, también se recurre a las importaciones flamencas. En todos estos casos se advierte la adscripción a formas góticas, de progenie norteña, sin el menor atisbo de ideales renacentistas, aunque puedan tener una gran calidad estética en sí, pues se acude a maestros de primera línea.
En el primer caso, destacan las obras en torno a la decoración del convento de San Pablo, que eran tasadas en 1501 y que habían sido ejecutadas por el burgalés Simón de Colonia, o el desaparecido retablo del Colegio de San Gregorio, contratado por los burgaleses Diego de la Cruz y Gi de Siloé. En el caso de obras importadas destacan sobre todo las flamencas, en relación con los contactos existentes con aquella nación. De finales del siglo XV será el retablo del Descendimiento del convento de San Francisco, hoy en el Museo Nacional de Escultura, procedente de talleres bruselenses en torno a Jan Borman, que es una buena obra en blanco, esto es, sin policromía, que delata por su dramatismo y el gusto por los detalles su filiación norteña. Otro retablo que presenta marcas del taller de Amberes es el de la capilla de San Juan Bautista en la iglesia del Salvador, de escultura y pintura, cuya labor escultórica en el banco es posible que se realice en el taller burgalés de Francisco de Colonia. Otro retablo importado tiene una distinta filiación, que puede advertirnos de una temprana preocupación por los ideales renacentistas en Valladolid; se trata del retablo en mayólica (es decir, en cerámica vidriada y policromada) que procedente del taller florentino de los Della Robbia existió en la capilla mayor de la iglesia de Santiago.
TALLER DE AMBERES. Retablo del Descendimiento (c. 1515-1520). Museo Nacional de Escultura. Valladolid
TALLER DE AMBERES. Retablo de San Juan Bautista (c. 1500). Iglesia del Salvador. Valladolid

No podemos olvidar que desde finales de siglo está trabajando en Burgos Felipe Bigarny, maestro borgoñón que trae ya formas renacientes que se expansionan rápidamente a través de toda Castilla. Bigarny anda por Valladolid en estos años de comienzos de siglo, dejando parte de sus enseñanzas en los modestos talleres locales. Por otro lado, en 1495 se estaba haciendo el desaparecido retablo de la capilla del Colegio de Santa Cruz, según trazas de Lorenzo Vázquez de Segovia y ejecutado por el maestro Pedro de Guadalupe. Este último se considera como el primero renaciente fabricado en España, tras su desaparición ese honor le corresponde al mayor de la catedral de Palencia.

PEDRO DE GUADALUPE (c.1470-c.1531)
Es el único maestro vallisoletano que alcanza importancia en este momento. Nacido hacia 1470, pronto alcanza gran predicamento su labor, como lo muestra la temprana obra del retablo del Cardenal Mendoza en su colegio vallisoletano. En 1504 contrataba el ensamblaje del retablo mayor de la catedral de Palencia, obra ya plenamente renacentista por su decoración y estructura, en la que debió de existir una fuerte influencia bigarnista. Siguió trabajando para Palencia en años siguientes, mezclando lo renaciente con el gótico, como se aprecia en la sillería de esta catedral. También realizó el primitivo retablo de la colegiata de Valladolid que tras diversos traslados se encuentra actualmente en Amusquillo. Después participaría en el taller de Berruguete, muriendo en torno a 1530-1531, cuando ya las formas estéticas del Renacimiento tomaban otra dirección más avanzada de la mano del maestro de Paredes de Nava.

PEDRO DE GUADALUPE (ensamblaje). Antiguo retablo mayor de la colegiata de Valladolid, hoy en Amusquillo (c. 1520)


B- LA ETAPA CENTRAL DE LA CENTURIA
Con la llegada de Carlos V al poder, Valladolid aumenta su peso en el panorama español, y con ello se dispone a aportar un campo fecundo al comercio suntuario, y al artístico en particular, al amparo de la potente clientela establecida. Aún seguirá habiendo acción de artistas burgaleses o de formación bigarnista en Valladolid. Entre 1525-1528 se realiza la sillería capitular del Monasterio de San Benito. La Congregación de San Benito, de Valladolid, a la que pertenecían casi todos los monasterios benedictinos españoles, decide hacer una magnífica sillería para los Capítulos Generales que se celebran en el monasterio vallisoletano como casa madre de la Congregación. Cada abadía había de pagar sus correspondientes sitiales alto y bajo. El superior va coronado con el escudo policromado de la abadía correspondiente y en el respaldo hay un relieve representando al patrón o fundador respectivo. Las sillas bajas tienen en sus respaldos, pasajes de la vida de Jesucristo desde su Encarnación hasta su Ascensión a los cielos y no son de tanto mérito como las altas. En el conjunto se ve que han trabajo varias manos, si bien fundamentalmente, es obra del especialista en talla de sillerías ANDRÉS DE NÁJERA, autor del presidencial sitial vallisoletano, auxiliado en la imaginería por diversos maestros, entre los cuales destaca el imaginero GUILLÉN DE HOLANDA. San Juan de Burgos encargó su silla a otro escultor burgalés de primer orden, DIEGO DE SILOE (c.1495-1563), a quien se deberá el relieve del titular, en la silla alta, y el de la decapitación del Bautista, en la parte baja. El armonioso conjunto, con sus grutescos y labores de fina ejecución a la italiana, manifiesta el triunfo del Renacimiento en Valladolid. Pero sin duda, la gran novedad de la escultura vallisoletana y el maestro que la lanza al primer plano de la creación es Alonso Berruguete.

ANDRÉS DE NÁJERA Y OTROS. Sillería del Monasterio de San Benito (1525-1528). Museo Nacional de Escultura. Valladolid. Fotografía procedente de http://ceres.mcu.es
Panel de la Degollación de San Juan Bautista realizada por Diego de Siloé para representar al convento de San Juan de Burgos

ALONSO BERRUGUETE (c.1490-1561)
Nacido en Paredes de Nava (Palencia) hacia 1488, se forma en Italia en torno a los grandes maestros, recibiendo de ellos el legado del arte del Cinquecento. El profesor Azcárate ha fijado estas relaciones, especialmente con Leonardo, Miguel Ángel y el primer manierismo florentino, al que creemos hay que añadir un claro contacto con el taller romano de Rafael. Durante su etapa en Roma le influyó decisivamente el “Laocoonte”, tal es así que el escritor y pintor vanguardista José Moreno Villa dijo de él que “Alonso Berruguete no es hijo de Pedro Berruguete, sino del Laocoonte”.
La primera mención documental de Berruguete en Valladolid data de 1523, pero creemos que vendría antes, teniendo en cuenta que, llegado a España hacia 1517, a partir del año siguiente figura en el séquito de Carlos I con el tratamiento de “pintor del rey”.

ALONSO BERRUGUETE. Ecce Homo procedente del retablo de la Mejorada (1523-1526). Museo Nacional de Escultura. Valladolid
Su arte es innovador para la Castilla del momento, pues no se basa en el cultivo de un arte dedicado a la belleza ideal y a la técnica escrupulosa, como Bigarny había implantado, sino que es un arte basado en el manierismo florentino, movimiento artístico de fuerte contenido intelectual, revulsivo y opuesto a la estética tradicional de fuerte contenido intelectual, revulsivo y opuesto a la estética tradicional de los grandes maestros. El desequilibrio de las composiciones, el canon alargado de sus figuras, la composición de “serpentinata”, es decir, buscando el ritmo de la curva y la contra curva, serán usuales en el maestro, en relación con las notas aprendidas en Italia. Junto a ello, el movimiento, de raíz miguelangelesca, que Berruguete convierte en un dinamismo trepidante, fogoso, que, para Azcárate, lo acerca a los símbolos místicos contemporáneos. Pero en oposición al manierismo italiano, Berruguete no es anti vitalista en sus actitudes, sino que infunde una fuerte expresividad dramática, a veces angustiosa, lo que le permitía ser asimilado por la mentalidad religiosa de la ciudad impregnada de un sentimentalismo aún gótico.

Reconstrucción hipotética del retablo mayor del monasterio de San Benito el Real de Valladolid realizada por Constantino Candeira y pintada por Mariano Cossío. Fotografía tomada de http://domuspucelae.blogspot.com.es
Parte del retablo mayor del monasterio de San Benito el Real (1527-1532). Museo Nacional de Escultura. Valladolid
Pronto el artista gana privilegios del Emperador, entre los que destaca su nombramiento de escribano del crimen en la Real Audiencia y Chancillería (1 de octubre de 1523), que no podrá atender, motivo por el cual, recusado por la institución, se ve obligado a renunciar al cargo en 1542. El prestigio de su obra gana en adeptos, de forma que el abad del Monasterio de San Benito acepta el retablo mayor de este monasterio, pese a que los tasadores ponían ciertos reparos en la ejecución del mismo. En 1539 el tratadista Cristóbal de Villalón le dedica un elogio superlativo, y en 1548 Francisco de Holanda le incluye entre las “águilas” del Renacimiento español. En todos los pleitos de artífices vallisoletanos de mediados de siglo sale siempre a relucir la primacía de su arte con respecto a los demás. El artista trabaja para Valladolid y para lugares cercanos, al tiempo que, a partir de 1539, comienza una frecuente estancia en Toledo, patrocinado por el Cardenal Tavera, llegando a trabajar para un punto distante, como el retablo mayor de Santiago de Cáceres, que fue realizado en su taller vallisoletano. En Toledo ejecutará la sillería del coro de la catedral, junto a Bigarny (1539-1542); la silla arzobispal, el retablo de Santa Úrsula y el sepulcro del Cardenal Tavera, obra que se termina tras su muerte.

ALONSO BERRUGUETE Y FELIPE BIGARNY. Sillería del coro (1539-1542). Catedral. Toledo
ALONSO BERRUGUETE. Grupo de la Transfiguración que corona la silla arzobispal (1548). Catedral. Toledo
ALONSO BERRUGUETE. Sepulcro del cardenal Tavera (1554-1561). Hospital Tavera. Toledo. Fotografía tomada de https://www.tomasbartolome.com
Berruguete trae a Valladolid otro rasgo importante para el desarrollo escultórico, como es la organización racional del taller, en el que agrupa a oficiales de técnica reconocida, que se prestan a llevar a la madera, el alabastro o el mármol, sus creaciones “mentales”, en dibujo, cera o escayola. Este desarrollo lleva implícito una división entre creación intelectual de la obra y ejecución práctica, que origina fallos técnicos en sus obras (“chapucerías”, según los críticos), motivados por la falta de armonía entre sus ideales estéticos y la marcha cansina y retardada de sus colaboradores de taller, que no terminan de comprender las pesquisas estéticas del maestro. Con todo, Berruguete no es una mera gloria regional, sino un gran genio de la mejor escultura española.

JUAN DE JUNI (1506-1577)
Nacido en Joigny (Francia), Juan de Juni llega a Valladolid en torno a 1540. Sus etapas y estilos han sido estudiados ampliamente por el profesor Martín González. De origen francés, probablemente borgoñón, Juni trae al patetismo y la abundancia de paños del gran maestro borgoñón Claus Sluter, así como técnicas e iconografías allí usadas, como el barro cocido y los Entierros de Cristo. Después pasó a Italia, en donde le influyen maestros del siglo XV, como Della Quercia, Donatello y la escuela de barros cocidos del Norte (Guido Mazzoni y Nicolo dell´Arca, entre otros), de los que capta el amplio sentido de las masas, las composiciones perpectivistas de los relieves, y en el caso de la última escuela, revitalizan su gusto por la técnica del barro y las iconografías de los Entierros de Cristo, así como el gusto por las actitudes patéticas y el fuerte expresionismo de los rostros. Al mismo tiempo recibe fuertes influjos de maestros del siglo XVI como Rustici o Miguel Ángel, de quien sigue más fielmente el canon humano que Berruguete, siendo también fundamentales, en su obra futura, las sugerencias aportadas por la escultura antigua del Laocoonte. También el manierismo le sugiere un retorcimiento y alambicamiento de los cuerpos, una angustia espacial, que serán notas predominantes en su estilo. Todos estos rasgos se alían en su obra para crear escenas y figuras en las que la expresión dramática, el movimiento y la fuerza interior, protagonizan sus composiciones, lo que le acerca a la mentalidad implantada por Berruguete y permitirán su pronta asimilación por los patronos castellanos. Pero al mismo tiempo se aleja de éste por su mayor realismo, su mayor concreción volumétrica y por su técnica más escrupulosa, que convierten a su obra en objetos menos abstractos, menos intelectualizados, y, por lo tanto, más fácilmente asimilables, lo que explicará que a partir de mediados de siglo su escultura tenga más seguidores que la de Berruguete.

JUAN DE JUNI. El Entierro de Cristo (1541-1544). Museo Nacional de Escultura. Valladolid
Llegado a España se establece en León, y tras cortas estancias en Villalón, Medina de Rioseco y Salamanca, al fin, en 1540, consigue el que debía de ser su afán artístico: venir a Valladolid, en donde los talleres escultóricos trabajaban a mayor ritmo que en ninguna parte. Se le había encargado el Entierro de Cristo para la capilla de fray Antonio de Guevara, en el convento de San Francisco, hoy en el Museo Nacional de Escultura. El hondo sentimiento de la obra, la disposición casi naturalista de personajes, que anticipan los “pasos” de Semana Santa vallisoletanos, y el lujo de vestiduras, piedras preciosas y demás adornos creados por la brillante policromía, debieron de admirar a la ciudad, que no habían conocido nada igual hasta aquel momento. Sin embargo, no fue fácil su introducción en el ambiente de la ciudad, puesto que tuvo que soportar el pleito del retablo de la Antigua, pero al final su categoría y la postura favorable de Berruguete permitirán que se convierta en el mayor protagonista del taller vallisoletano.

JUAN DE JUNI. Retablo de Santa María la Antigua (1545-1562). Catedral. Valladolid
Con el retablo mayor de la iglesia de Santa María de la Antigua comienza su periodo central, en el que se dulcifican más las formas, y sus retablos, de corte manierista, alcanzan el mayor grado de decoración, atractiva por su lujo para la elegante sociedad de su tiempo. De este momento son sus retablos de la Antigua (hoy en la Catedral), de la catedral de Burgo de Osma y el de la capilla de los Benavente en Santa María de Medina de Rioseco. Como se ve, desde su taller comienza también a haber una expansión de obras hacia puntos limítrofes, que será continuada en momentos posteriores. Las exigencias de los maestros u otras causas le fuerzan aún a contratar algunas obras con otros maestros: el retablo de Burgo de Osma, con el burgalés Juan Picardo. Y el retablo de la capilla de doña Francisca de Villafañe en el Monasterio de San Benito, con Inocencio Berruguete, quizá por una concesión al taller de seguidores de Berruguete.

JUAN DE JUNI. Retablo de la capilla de los Benavente (1557-1559). Iglesia de Santa María. Medina de Rioseco (Valladolid)
JUAN DE JUNI E ¿INOCENCIO BERRUGUETE?. Retablo de San Juan Bautista (1551-1570). Museo Nacional de Escultura. Valladolid. Fotomontaje tomado de http://ceres.mcu.es
En la década de los sesenta y hasta su fallecimiento, su arte se hace más reposado y sus composiciones buscan más los ritmos elegantes que las distorsiones de los periodos anteriores. Hay en su obra de este momento una concesión a los nuevos gustos del manierismo romanista, implantados por estas fechas en Valladolid, de la mano de Gaspar Becerra. Su hijo, Isaac de Juni, colabora activamente en sus encargos, y llega a terminar aquellos dejados inacabados a la muerte del maestro. Destacan en esta última etapa, el retablo de la capilla de los Alderete en la iglesia de San Antolín de Tordesillas; el retablo de San Francisco del convento de Santa Isabel de Valladolid; el Santo Entierro de la catedral de Segovia, su obra maestra de este periodo; el retablo de los Ávila Monroy en Arévalo, entre otras obras abundantes. La muerte le sorprende iniciando el retablo mayor de Santa María en Medina de Rioseco.

JUAN DE JUNI. Retablo de San Francisco (c. 1560). Convento de Santa Isabel. Valladolid
JUAN DE JUNI. Retablo del Santo Sepulcro (1565-1571). Catedral. Segovia

OTROS MAESTROS DE ESTE PERIODO
Junto a los dos grandes creadores se desarrollan también otros talleres secundarios, en los que trabajan maestros de segunda importancia. Estos artistas debían de colaborar también en los de los grandes maestros cuando las necesidades de terminación rápida de sus obras así lo requerían.
Berruguete tuvo un taller muy grande, en el que participan artistas palentinos, que luego expansionan su estilo por esta diócesis, tales como JUAN DE CAMBRAY o FRANCISCO GIRALTE (¿1510?-1576). Este tuvo un papel primordial en el pleito de Juni por el retablo de la Antigua, y de él conservamos una obra excelente: el retablo de la capilla del doctor Corral en la iglesia de la Magdalena, en el que la influencia de su maestro ya acepta algunos rasgos de su rival, Juni, en la técnica del relieve. También participa de su estilo el entallador GASPAR DE TORDESILLAS, muy activo en Valladolid y su comarca, ejecutando retablos para Simancas, San Martín de Valvení y Tordesillas, y en la misma ciudad colabora con Juni en el retablo de San Antonio en el Monasterio de San Benito el Real. Este maestro consta estar trabajando en 1536 en la localidad guipuzcoana de Oñate, sirviendo de introductor de las formas de Berruguete en el norte. Junto a Tordesillas está trabajando su yerno, FRANCISCO VELASCO, quien colabora en sus encargos, y que, junto con otros maestros vallisoletanos, aparece contratando el retablo de San Francisco de Talavera de la Reina.

FRANCISCO GIRALTE. Retablo de la capilla del doctor Corral (c. 1547). Iglesia de la Magdalena. Valladolid
Un caso aparte presenta INOCENCIO BERRUGUETE (c.1520-c.1575), sobrino de Alonso, quien debió de formarse en el taller de su tío, con quien consta colabora en la obra de la sillería de la catedral de Toledo. Muchas de sus obras se han perdido, como el sepulcro de don Pedro González de León y de su mujer, o el retablo del convento de la Trinidad Calzada. En 1551 estaba colaborando con Juni en el referido retablo de doña Francisca de Villafañe, y las esculturas e él debidas, Santa Elena y San Jerónimo, muestran una total copia cansina del estilo de éste. Otras obras, como el retablo mayor de Simancas, de 1562, en colaboración con JUAN DE ANCHIETA (c.1462-1523) y JUAN BAUTISTA BELTRÁN, ya está cercano al manierismo romanista de Becerra. Este último maestro debía de haberse formado en el taller de Juni, a juzgar por los contactos existentes entre ambos. También se forma con él Juan de Anchieta, que expansiona su estilo por el País Vasco. Este maestro colabora en el gran retablo de Santa Clara, de Briviesca.

PEDRO LÓPEZ DE GÁMIZ Y JUAN DE ANCHIETA. Retablo mayor (1551-1569). Convento de Santa Clara. Briviesca (Burgos). Fotografía tomada de http://diegovilla1940.blogspot.com.es


C- EL ÚLTIMO TERCIO DE SIGLO. EL GRAN TALLER
Si el estilo de Berruguete y de Juni presenta una recia personalidad individual y sus formas expresivas y movidas indican un periodo de fuerte originalidad, en este último momento la situación varía. El estilo se va a hacer académico e impersonal, convirtiéndose en un foco de manierismo romanista, que copia las composiciones ampulosas y los tipos gigantes de Miguel Ángel, pero quitándolos expresividad. Las iconografías pierden individualidad y se convierten en fríos prototipos de belleza académica, mientras que los artistas del momento se copian unos a otros, hasta el punto de plantearnos serias dudas las atribuciones de obras que no están documentadas, por la proximidad de estilo entre unos y otros maestros. El gran taller del periodo será el de Esteban Jordán, pero las colaboraciones entre maestros son tan abundantes, que se puede afirmar que Valladolid se ha convertido en un único y gran taller del que participan todos sus escultores. Ya Juni tenía rasgos de su estilo, como las amplias masas y el sentido concreto de la realidad, que preconizaban esta evolución posterior. Pero el maestro que trae esta nueva forma de concepción de la escultura es Gaspar Becerra.

GASPAR BECERRA (1520-1568)
Tras formarse en Italia, en donde colabora nada menos que con el discípulo de Miguel Ángel, Vasari, en la decoración del romano Palacio de la Cancillería, con escenas del Papa Paulo III, Becerra aparece en 1557 en España, eligiendo Valladolid para asentarse, tanto por motivos familiares (su mujer era de Tordesillas) como por ser la ciudad del Pisuerga el centro artístico más pujante de España. Aunque hasta su muerte se consideró vecino de Valladolid, aquí residió realmente pocos años, pues en 1562 trabaja en El Pardo y en Madrid al servicio de Felipe II, pero fueron suficientes para que su estilo escultórico, del cual la única obra conservada es el magnífico retablo mayor de la catedral de Astorga (1558-1562), se convirtiera en la nueva directriz del taller vallisoletano. El titanismo de sus figuras, idealizadas, de muy buena técnica, excesivamente correctas, pero algo frías, va a ser la característica de su obra, que introduce en Castilla el reposado manierismo romano, y que los demás maestros del momento repetirán de continuo. La corrección de Becerra era más fácil de imitar que la genialidad y la inspiración de Berruguete y Juni. Esta nueva estética era la más adecuada para la sociedad de la segunda mitad del siglo XVI, conformada en el espíritu del Concilio de Trento.

GASPAR BECERRA. Retablo mayor (1558-1562). Catedral. Astorga (León)
La marcha de Anchieta a Briviesca en 1566, aunque volviera ocasionalmente a Valladolid, y la afirmación del romanismo becerresco de Esteban Jordán a partir de la década de 1570 limitaron la influencia del vasco sobre los escultores de la villa del Pisuerga. Quien estaba llamado a convertirse en el heredero natural de Juan de Juni y a regentar la escultura vallisoletana durante el último tercio del siglo XVI quedó reducido a una nota aislada, diluido entre los oficiales del francés o postergado en obras secundarias de ámbito natural.

ESTEBAN JORDÁN (c-1530-1598)
También avecindado en Valladolid. Esteban Jordán es el gran contratante de obras en este periodo, si bien estuvo desplazado en la década de los 60 cuando Anchieta residía en la ciudad. Fuese por sus ocupaciones en el arzobispado toledano o por la dificultad para competir con Anchieta, lo cierto es que Jordán sólo comienza a contratar obra en abundancia en la villa del Pisuerga a partir de 1571, con el vasco lejos de ella. Debió relacionarse al principio con Berruguete, pues estaba casado en primeras nupcias con una sobrina suya, si bien el estilo de sus primeros trabajos es manifiestamente juniano. A estas influencias primeras se superpone el manierismo de Becerra, que va a ser su auténtica guía estética.
Esta orientación manierista se aprecia ya en el retablo mayor de Santa Eulalia de Paredes de Nava, en el que colabora con su cuñado Inocencio Berruguete, pero sobre todo en sus obras del decenio 1570-1580, como el retablo del Calvario en el convento de la Magdalena de Medina del Campo; el retablo mayor de la iglesia de la Magdalena de Valladolid, una de sus obras más representativas; la estatua yacente de don Pedro Lagasca en la misma iglesia y el trascoro de la catedral de León, donde el gusto por la monumentalidad y una ejecución correcta pero fría y un tanto desvitalizada son evidentes. Mayor equilibrio tiene el “Cristo de Burgos” que, procedente de la desaparecida iglesia de San Antón, es venerado en el Santuario Nacional de Valladolid.

ESTEBAN JORDÁN. Retablo del Calvario (1571). Convento de Santa María Magdalena. Medina del Campo (Valladolid)
ESTEBAN JORDÁN. Retablo mayor (1571). Iglesia de Santa María Magdalena. Valladolid
ESTEBAN JORDÁN. Retablo del Cristo de "Burgos" (c. 1572-1574). Santuario Nacional. Valladolid
ESTEBAN JORDÁN. Escultura funeraria de Pedro Lagasca (1571). Iglesia de Santa María Magdalena. Valladolid
Otras obras para Valladolid y su provincia, entre las que sobresalen el bulto orante del sepulcro del Arzobispo de Santiago don Alonso de Velázquez en Tudela de Duero; el retablo mayor del convento de Sancti Spiritus de Valladolid; la continuación del retablo de Santa María de Medina de Rioseco, trazado por Becerra e iniciado por Juni; y el retablo mayor de la iglesia de Santa María de Alaejos, quizá su mejor obra, culminan con el desaparecido retablo mayor del monasterio de Montserrat, encargo real que le moverá a titularse con orgullo “escultor del rey”. El número de sus obras fue tan inmenso que le convirtieron en un hombre acaudalado.

ESTEBAN JORDÁN. Sepulcro de don Alonso de Velázquez, arzobispo de Santiago. Iglesia de la Asunción. Tudela de Duero (Valladolid)
ESTEBAN JORDÁN. Retablo mayor. Convento de Sancti Spiritus. Valladolid
ESTEBAN JORDÁN. Retablo mayor (1589-1600). Iglesia de Santa María. Alaejos (Valladolid). Terminadoa  su muerte por Cristóbal Velázquez y Francisco Rincón

OTROS ESCULTORES
En torno a Jordán se mueve un grupo de escultores de características eclécticas, que suelen colaborar entre sí. Destacan el juniano FRANCISCO DE LA MAZA (c.1540-1585), el de mayor calidad del grupo, autor del bello retablo de la Piedad de la iglesia del Salvador de Simancas, y del gran retablo de Villabáñez. Se le viene atribuyendo el Cristo de las Mercedes de la iglesia de Santiago de Valladolid, aunque en ocasiones se ha relacionado con el círculo de Pompeyo Leoni.

FRANCISCO DE LA MAZA. Retablo de la Piedad (1571). Iglesia del Salvador. Simancas (Valladolid)
¿FRANCISCO DE LA MAZA?. Cristo de las Mercedes. Iglesia de Santiago. Valladolid
Nacido en Meruelo (Trasmiera) no se sabe si vino a Valladolid para formarse o llegó con el oficio ya aprendido. En la villa del Pisuerga se relacionó con Juan de Juni, Bautista Beltrán, para el que actuó como testigo de su testamento, y con Anchieta, con el que mantenía una relación de confianza. Escultor muy personal y con mucho oficio permaneció siempre en un discreto segundo plano tras las figuras señeras de Juni y Jordán en contratos destinados a las localidades del entorno vallisoletano. Sus escasas obras documentadas y existentes en madera como el retablo de Villabáñez, los de Torrelobatón y Tudela de Duero junto a Manuel Álvarez, el tablero de la Piedad de Simancas, la Virgen con el Niño de Villavieja del Cerro o el retablo de la capilla de don Suero de Quiñones en el monasterio de Santa María de Nogales, hoy en la parroquial de la localidad zamorana de Villalverde de Justel, permiten acercarse a su arte.

FRANCISCO DE LA MAZA. Retablo mayor (1571-1572). Iglesia de la Asunción. Villabáñez (Valladolid)
¿FRANCISCO DE LA MAZA Y ADRIÁN ÁLVAREZ?. Retablo mayor (c. 1577-1580). Iglesia de Santa María. Torrelobatón (Valladolid)
El palentino MANUEL ÁLVAREZ (c.1517-c.1587), que deja su tierra para venir a Valladolid a la expectativa de fecundos encargos. Obra suya fue un retablo para la Cofradía de Nuestra Señora del Val de Valladolid, hoy desaparecido salvo la escultura de su titular, conservada en el Santuario Nacional. Hijo de éste es ADRIÁN ÁLVAREZ (1551-1599), autor del retablo mayor de la Casa Profesa de los jesuitas de Valladolid, hoy iglesia de San Miguel, con quien colaboraran otros autores. Dentro del círculo de los Álvarez se sitúan los retablos mayores de Tudela de Duero y de Santa María de Torrelobatón. El primero se ha documentado como obra de Manuel Álvarez y Francisco de la Maza.

MANUEL ÁLVAREZ. San Eloy titular del desaparecido retablo de la ermita del Val. Santuario Nacional. Valladolid
Otros escultores que trabajan en este momento, como FRANCISCO DE RINCÓN (c.1567-1608) o PEDRO DE LA CUADRA (c.1572-1629), dejan su obra fundamental en el siglo siguiente, siendo importantes como enlaces con Gregorio Fernández, cuya gran personalidad les influirá. La escuela tendrá una prolongación en los primeros años del siglo siguiente, con el asentamiento de la corte en Valladolid, y la llegada de Pompeyo Leoni, escultor que trae un gran taller, en torno al cual se encuentra el innovador Gregorio Fernández.

BIBLIOGRAFÍA
  • PARRADO DEL OLMO, Jesús María: “La escultura, la pintura y las artes menores de Valladolid en el Renacimiento”. En pp. 182-221. En RIBOT GARCÍA, Luis Antonio [et al.]: Valladolid, corazón del mundo hispánico: siglo XVI, Ateneo de Valladolid, Valladolid, 1981.
  • VASALLO TORANZO, Luis: Juan de Anchieta: aprendiz y oficial de escultura en Castilla (1551-1571), Universidad de Valladolid, Valladolid, 2012.

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